Todos los años, cada 28 de abril, en el Colegio, se recuerda y se ora por la Hermana Cleusa, Misionera Agustina Recoleta brasileña, que entregó su vida en el seguimiento de Jesús por la defensa de los derechos humanos fundamentales de los indígenas del Amazonas. La Comunidad Educativa ya la conocía, pero en este mes misionero de octubre, se ha profundizado sobre su vocación y entrega de una forma muy especial. Por medio de 6 jornadas de convivencia que se han llevado a cabo entre los profesores y los alumnos de las diferentes etapas educativas del Colegio, a invitación del mes misionero extraordinario del Papa Francisco y del Sínodo de la Amazonía; hemos caminado con ella y nos hemos dejado llevar hasta la selva Amazónica. Ha resultado un viaje de investigación y conocimiento de aquel lugar, de la maravilla de la naturaleza, creación de Dios, en el encuentro con la cultura de los pueblos indígenas y de la labor evangelizadora que allí se realiza. También hemos tenido la oportunidad de entender un poco mejor los problemas tan graves que están sucediendo por intereses económicos destructivos y la toma de conciencia humana y ecológica para preservar un bien que es de todo el mundo. La conexión con la figura y testimonio de la Hermana Cleusa ha resultado de un gran atractivo para la comunidad educativa, ha tocado las vidas de pequeños y grandes y nos ha hecho valorar el servicio gratuito de todos aquellos que entregan su vida en servicio de la Misión. En “la Europa” materialista, secularizada, de la increencia y la indiferencia religiosa, todavía este testimonio de vida radical y entregada, como el de la Hermana Cleusa y de tantos misioneros, es la puerta, la luz, la esperanza, la semilla que despierta la Fe dormida del “viejo continente”…

“La tarea evangelizadora nos invita a trabajar en contra de las desigualdades sociales y la falta de solidaridad mediante la promoción de la caridad y la justicia, de la compasión y del cuidado, entre nosotros sí, pero también con los otros seres, animales y plantas, y con toda la creación. La Iglesia está llamada a acompañar y a compartir el dolor del pueblo amazónico, y a colaborar con la sanación de sus heridas, poniendo en práctica su identidad de Iglesia samaritana”. Papa Francisco

Hna. Ana R. Martínez