El alumno agustiniano es:

  • Humano y comprensivo: «Nada de lo humano me es ajeno.» «En tanto eres buen amigo de tus amigos en cuanto eres enemigo de sus defectos.»
  • Equilibrado y moderado: «La moderación es madre del orden. Y el orden es de la paz.» «No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.»

  • Libre y responsable: «Ser fiel en las cosas pequeñas es una empresa mayúscula.» «Sé grande en las cosas grandes pero no seas pequeño en las cosas pequeñas.»

  • Humilde y receptivo: «Observa un árbol: para crecer hacia arriba, crece primero hacia abajo. Echa, primero, raíces en el suelo, para echar, luego, las ramas al cielo.»

  • Interiorizado y reflexivo: «Los hombres salen a hacer turismo para admirar las crestas de los montes, el oleaje proceloso de los mares, el fácil y copioso curso de los ríos, las revoluciones y los giros de los astros. Y, sin embargo, se pasan de largo a sí mismos. No hacen turismo interior.»

  • Sincero y transparente: «La sinceridad es una especie de matrimonio entre las palabras y las obras.» «La conciencia y el buen nombre son dos aspectos de la veracidad. La conciencia mira hacia adentro. El buen nombre hacia afuera.»

  • Atento y disponible: «Haz lo que puedas. Dios no te pide más.» «Dios no manda cosas imposible, sino que, al mandar, te amonesta para que hagas lo que puedas, pidas lo que no puedas y pidas para que puedas.»

  • Esforzado y estudioso: «El que te creó sin ti, no te salvará sin ti.» «Dios sólo ayuda a quien se ayuda a sí mismo.»

  • Amigable y comunitario:«En la vida ten amigos, búscalos.» «La amistad crea la cohesión. La cohesión produce la unidad. Y la unidad conduce a la claridad.»

  • Abierto a la trascendencia: «Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta descansar en ti.» «Donde están la fe, la esperanza y la caridad, allí tiene Dios su retrato.»